Llevamos años en un sube y baja por las crisis sociales, económicas, y la pandemia, cambios, transformaciones, incertidumbre, miedo, incomodidad, afectándonos en lo individual y lo colectivo. Tenemos una oportunidad única, para conocer nuestras emociones y gestionarlas para una mejor calidad de vida.
Desde el 2019, lo que llamábamos normal cambió, todo ámbito de nuestra vida fue modificado, desde la manera de vivir en nuestros hogares que se fusionaron en muchos casos con el trabajo, la forma de comprar, de relacionarnos con los otros, la manera de aprender, compartir espacios, compatibilizar trabajo con familia etc.
Nuestras rutinas fueron trastocadas, ya no teníamos que viajar para llegar al trabajo, dejamos de atribuirle importancia a vestirse de una manera en particular, nuestros horarios de ducha y comida fueron dejados de lado hasta terminar algunas labores, podíamos trabajar desde la cama o desde cualquier parte, muchos transformaron su comedor en la zona de trabajo, los que vivían con niños, se vieron enfrentados a más desafíos.
Dentro de esta situación, ¿cómo podemos volver a la “normalidad”? esta situación nos ha mostrado distintas formas de trabajar, algunos se acostumbraron a la virtualidad y no desean volver a esa “normalidad” otros quieren retomar sus rutinas y otros la mezcla de ambos.
Para los que han ido volviendo a la presencialidad se les ha presentado un contexto distinto, las oficinas se han transformado, turnos de trabajo, escritorios o zonas de trabajo compartidas, los equipos de trabajo separados, restricciones, miedos personales, incertidumbres del negocios. El adaptarse a los sistemas que las empresas nos presentan y nuestras expectativa, todo esto se suma y esta en nuestros pensamientos generando un caos emocional a esta vuelta.
La falta de contacto con otros y con la naturaleza prolongados le llamaron “síndrome de la cabaña”, que presenta síntomas como ansiedad, trastornos del ánimo, estrés, descompensaciones, sensación de peligro, problemas de conciliar el sueños, sensaciones físicas, que al fin y al cabo llegamos al caos emocional.
¿Cómo no caer en este caos lleno de emociones?
Reconocer las señales que te envía tu cuerpo, sudor, taquicardias, problemas gastrointestinales, temblores.
Atreverse al autodescubrimiento de las emociones.
Tomar talleres de emociones o pedir apoyo para la gestión de tus emociones.
Retomar una rutina de ejercicios.
Observar lo que te gusta y no te gusta, para modificarlo o aceptarlo.
Practicar la meditación.
Conversar con amigos o familiares de lo que estas sintiendo.
Pedir ayuda psicológica si es que te ves superado.
Alimentarnos correctamente
Darnos tiempo para el correcto descanso.
El cambio no va a ser de un día para otro, ya estamos transitandolo, no depende de otros, es la responsabilidad de cada uno de nosotros gestionar nuestros comportamientos, debemos ser más conscientes con nuestro pensamiento y sumarle la mejor actitud que puedas.
Debemos pensar, reflexionar y reinterpretar las situaciones, ser honestos con nosotros, si estamos incómodos o inseguros, aceptar que el miedo es parte de este proceso.
La presencialidad es una oportunidad de volver a ver a nuestros compañeros de equipo, de estar con otros, de volver a tener rutinas sanas. Pensar que el trayecto de tu casa al trabajo y viceversa, puede ser un momento para ti, para escuchar música, ir leyendo un libro o el diario.
Ver a otros, trabajar con más personas nos hace bien, nos entrega retroalimentación podemos aprender de nosotros, tanto personal como laboral. Conversar y escuchar experiencias que nos ayudan a reflexionar y pensar correctamente.
El caos emocional es evitable, somos seres sociales, el cambio es algo que esta presente siempre, solo que se nos había olvidado. Todo en la vida es impermanente, nada es eterno, la gran mayoría de las situaciones son transitorias, y debemos aprender de esta situación, para nuestro bien estar.
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