La envidia es una emoción compleja que se caracteriza por sentir resentimiento o un deseo de poseer algo o alguien que otra persona tiene y puede lograr, lo que lo percibe como deseable. Es una mezcla de sentimientos negativos como la insatisfacción, el resentimiento y la tristeza, ya que otra persona tiene algo que deseamos y no podemos llegar a obtenerlo, pueden ser cosas materiales, capacidades o habilidades, sociales o personales.
La envidia sana no existe: lamentablemente, toda envidia causa un malestar y es un prejuicio a los demás y nos evita lograr nuestros propósitos.
La sensación de no poder tener eso que deseamos, pero lo vemos afuera nos puede dar desde la admiración sana y motivadora para poder obtenerlo, hasta la obsesión negativa que nos hace menospreciar al otro.
La envidia nace de la insatisfacción, por lo que nos dan sentimientos de inferioridad, un vacío. Este vacío, puede ser llenado de diferentes maneras, desde la rabia de no lograrlo, a la tristeza de no obtenerlo, lo que nos podemos llenar comiendo o adormeciendo nuestro pensar con alcohol o drogas.
Debemos ser conscientes de que la envidia puede dañarnos a nosotros mismos y dañar a los otros, ya que esa emoción se siente en los otros. Produce soledad y tristeza, provoca desconfianza personal y hacia los otros, nos baja la autoestima, si es permanente puede provocar una sensación de insuficiencia, y a la larga producir una tristeza que puede llevarte a una depresión. El estrés, el rencor que nos da, se puede traducir en el cuerpo.
El dolor o enojo que puede producirse, debemos hacernos cargo de esta y gestionarla de manera adecuada. Lo primero es validar la emoción, empatizando contigo y la situación, luego preguntarse ¿Para qué estoy sintiendo envidia? qué me está mostrando que me falta o que quiero, comunicarnos en nuestro interior, poniendo los límites claros, es algo que puedo o quiero obtener, ¿está bien que lo quiera? Si es que no puedes con esto, pide ayuda, la clave está en la construcción de amor propio, tener una autoestima adecuada.
La envidia se vence sembrando amor en nuestro corazón, agradeciendo cada situación, personas o objetos que nos rodean. Construir proyectos personales, que nos den logros, alégrate por los logros de otros, que todo lo que hagas te genere satisfacción.
El cuerpo perfecto de otro, los celos, el otro tiene eso que quiero, ella no se merece lo que obtuvo, siempre los otros obtienen lo que uno quiere.. son ideas que debemos empezar a mirar en nosotros, preguntarnos, ¿qué es lo que queremos? ¿Para qué lo queremos? ¿Cómo lo queremos? para ver si podemos llegar a obtenerlo, es lo mejor que podemos hacer, lo que logren los otros no es magia, requiere de esfuerzo o habilidad para tenerlo, ¿estás trabajando para eso? ¿Realmente queremos eso? No vale la pena, el dolor de la envidia, vale el esfuerzo de obtener lo que queremos y merecemos por nuestro trabajo, capacidades y habilidades. Todo lo que queremos de corazón siempre llega a nosotros.
La envidia es uno de los 7 pecados capitales que definió Tomás de Aquino, las caracterizó así por su nivel de destructividad para la persona que lo siente y los efectos en otros que puede tener. Por llenar de ambiciones por tener lo que otros tienen, todo el rencor y sufrimiento que afecta la insatisfecha naturaleza del pecado.
La envidia llama a la mentiras, críticas, desprecio, rechazo, agresiones, venganzas, es por esto que debemos estar atento a este pensamiento, haciendo cosas buenas, hermosas y provechosas para los demás, con generosidad y pasión, sin esperar nada a cambio. demostrando con humildad nuestros logros, mostrando lo satisfecho pero nunca sacar en cara lo que tenemos, valorar lo que hacemos para nosotros y otros.
Te van a envidiar si es que tienes logros físicos o materiales, eso no debe importarte, debes estar tranquilo, cuando uno actúa desde el amor y dando lo mejor que uno tiene, cumpliendo con el rol que te corresponde, sin caer en las energías negativas que te puedan llegar.
El mejor antídoto para la envidia es ser humilde, ser la mejor versión que uno puede ser, sin compararse ni querer nada que no puedas.
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